jueves, 8 de septiembre de 2011

LAS AMARGURAS


Vemos que según La Biblia existen 14 clases de amargura, y aunque no lo percibamos, es posible que alguna de éstas pudiera estarnos dañando. Uno de los caldos de cultivo de la amargura es la injusticia, y en el seno de la familia es muy común que se susciten. En el primer hogar vemos que Adán, la cabeza patriarcal de la humanidad, tuvo problemas en su casa porque su mujer se comunicaba con el diablo. En la actualidad existen varones que aun siendo cristianos tienen éste problema porque su mujer habla y le da lugar al diablo; en el caso de Adán la consecuencia de esto fue que perdieron el paraíso, y fuera del paraíso los problemas continuaron porque uno de los hijos que tuvo con Eva, mató al otro. De allí viene familia enteras que se vuelven enemigos entre sí, aún siendo de la misma sangre, como las generaciones de Abraham, donde su mujer no pudo concebir y la entrega a Faraón y él la toma por mujer, y esto sucedió en el hogar del "Padre de la Fe"; no se trataba de cualquier personaje.

Sin duda alguna, somos susceptibles a los problemas y en los hogares muy frecuentemente surgen por injusticias y esas injusticias pueden causar amargura. En el caso de José, La Biblia nos muestra que toda la familia estaba amargada; por un lado, se manifiesta en los hermanos porque el padre le hizo vestiduras de colores a José; luego en José porque fue vendido por sus hermanos; después en el padre al dar por muerto a su hijo, en resumen, todos estaban amargados en la casa.
Cuando estuvimos en nuestra primera casa, podrían haber existido aspectos que nos causaran amargura y al paso del tiempo ésta permanezca arraigada en nuestro corazón; por ejemplo: si éramos los preferidos de nuestros padres; nos llevaban mal el resto de nuestros hermanos; pero si por el contrario, no éramos los consentidos, nos amargábamos con nuestro padres por el desprecio; pero antes de permitir que la amargura prevalezca en nuestro corazón, debemos reconocer nuestra condición y extirpar en el Nombre del Señor todo vestigio de amargura que pudiera permanecer en nosotros, porque representa un obstáculo para recibir la Gracia de Dios, que es la única vía para partir de este mundo junto a Él.
No me permite cobrar aliento, sino que me llena de amarguras. (Job 9:18 LBLA)
La palabra "amarguras" mencionada en el anterior versículo, significa calamidad, y si vemos, se menciona en plural, lo cual nos indica que existen diferentes clases de amarguras, como se mencionó en un inicio.
No hay conmigo sino escarnecedores, en cuya amargura se detienen mis ojos. (Job 17:2 RV60)
Tenemos que analizar lo siguiente: ¿quiénes causan la amargura?, ¿qué clase de amargura es? y ¿qué consecuencias tiene la amargura? En el siguiente versículo, nos muestra que la amargura hizo que el salmista se considerara como una bestia.
Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de ti. (Salmos 73:21-22 LBLA)
Dentro de las casa pueden existir injusticias que nos resultan amargando, por ejemplo: la infidelidad cometida por alguno de los cónyuges, sin duda alguna causa amargura a la parte afectada; otra situación que se da frecuentemente es el gasto desmedido de los recursos del hogar, que generalmente causa amargura en el hogar. Tenemos que ver que los agentes de la amargura pueden ser los escarnecedores; y el escarnecedor como hemos visto es el grado superlativo del burlador; un ejemplo de esto lo podemos ver cuando los propios padres les ponen sobrenombres ofensivos a sus hijos, que los puede llevar hasta la amargura, jugando de esta manera el papel de escarnecedor.
La acepción principal de amargura es desobedecer, y esto se da cuando existe una amargura extrema y no logramos determinar su origen, causando que las pequeñas zorras echen a perder las grandes viñas; por eso cuando algo nos molesta en el hogar tenemos que dialogar con nuestra pareja para resolver los problemas, por ello es tan importante dedicar tiempo al dialogo con nuestro cónyuge y mantener una constante comunicación con nuestros hijos, incluso adaptarnos a sus nuevas formas de comunicación para acercarnos más a ellos. Otro nivel de amargura es cuando se da una orden divina y el hijo se rehúsa a obedecer, y eso es principio de amargura que hay que extirparla para que sane y se convierta en cicatriz. Vemos que cuando El Señor Jesucristo estaba en la cruz y probó lo amargo del vinagre que le dieron a beber, lo escupió, es decir no se tragó la amargura; para que cuando nos den a probar amargura también la echemos fuera.
La palabra amargura se puede traducir como revelarse. La amargura empezó con una desobediencia a las autoridades humanas, luego se convierte en el desafío a la orden divina y continua con una rebelión; por ejemplo: las personas que se rebelan contra una Iglesia están amargadas. Si no detectamos a tiempo la amargura podríamos llegar a revelarnos, que podría darse en el ámbito de la casa causando serios conflictos, y lo alarmante es que la rebelión se encuentra en la misma escala de los pecados de adivinación e idolatría; entonces, una persona que se revela está cometiendo un pecado abominable, que luego se convierte en iniquidad, y todo esto empezó con un descontento, por ello es necesario que desechemos la amargura de raíz.
Luego vemos que también contender es una manifestación de amargura; encontramos en La Biblia el ejemplo de los que se rebelaron contra de Moisés, contendieron contra él y luego se le enfrentaron; como consecuencia de ese enfrentamiento, a esta personas se les abrió la tierra, y todo esto empezó en la amargura.
La Biblia en la versión Septuaginta traduce mara como "parepricaino" que quiere decir: amargar, enojar, provocar, ser rebelde y "ateteo" que significa: rechazar y desconocer. Es decir, las palabras que en el Antiguo Testamento se les aplicaba "mara" se traducían como "rechazar" que se trata de un sinónimo espiritual de "amargura". Cuando empezamos a rechazar, enojarnos en extremo, a provocar y ser rebeldes, significa que la raíz de todo esto es la amargura, y cuando se manifiesta en el matrimonio daña el hogar porque es una enfermedad; pero en nuestra casa debe prevalecer la dulzura y no la amargura, y ser una vid donde nuestros hijos serán como ramas de higuera alrededor de nuestra mesa, siendo felices y no amargados. La amargura también tiene que ver con el conflicto que provoca la arrogancia, altivez y orgullo.
...y fueron amargura de espíritu para Isaac y para Rebeca. (Génesis 26:35 RV60)
Esaú tenía 4 esposas, pero las dos primeras le hicieron difícil la vida a Isaac y Rebeca, especialmente por no ser de su agrado. En el aspecto físico, vemos que existe amargura en el cuerpo cuando se nos cambia el PH y se vuelve acido en vez de alcalino; por ejemplo: una ulcera es un PH acido que afecta el cuerpo. La amargura del alma es ejemplifica en Ana, quien tenía amargura por no poder concebir hijos. Lo interesante es ver que en el anterior versículo los dos personajes tenían la amargura en el espíritu causado por la familia política. Muchos hogares tiene este problema y los agentes que causan esta amargura son miembros de la familia política compuesta por: cuñados, suegros, yernos, nueras, etc.
La amargura puede ser tan fulminante que incluso la Biblia nos muestra que Isaac se quedó ciego por la amargura. Nuevamente refiriéndonos al aspecto físico, vemos que una de las causas de la diabetes inicia por estrés o acontecimientos difíciles de afrontar que cambia el metabolismo del organismo, descontrolando los niveles de azúcar en el cuerpo hasta provocar incluso la ceguera. Por eso es necesario sanar la amargura, y esto se logra a través de la ministración de alma y con el árbol de vida, teniendo un verdadero encuentro con nuestro Señor Jesucristo.
Aunque la amargura puede provocar diabetes, tampoco significa que los diabéticos sean personas amargadas, sino que su enfermedad es el producto de acontecimientos que la psiquis no puede controlar y lo trasladan al cuerpo en forma de enfermedad, como la diabetes.
Aconteció que cuando Isaac envejeció, y sus ojos se oscurecieron quedando sin vista, llamó a Esaú su hijo mayor, y le dijo: Hijo mío. Y él respondió: Heme aquí. (Génesis 27:1 RV60)
Amargura también se describe como la respuesta emocional a una fuerte desilusión y pena del espíritu, por ejemplo: una traición por adulterio, provoca una amargura que podría llegar hasta el espíritu. Tenemos que evitar sobrevalorar a las personas, necesitamos poner nuestros ojos en el autor y consumador de la fe; porque los hombres podemos fallar, incluyendo los ministros de nuestra congregación; solamente existe uno que nunca nos falla, si no queremos desilusionarnos pongamos los ojos sólo Dios quien se manifiesta como Padre, Hijo y Espíritu Santo; El nunca nos desilusionará, y por lo tanto, nunca nos amargará. Isaac puso sus ojos en Esaú y cuando lo desilusionó él se quedó ciego.
Cuando vengan a nosotros con murmuraciones, no prestemos atención, porque La Biblia dice: cuando oigas que tu siervo habla mal de ti, no le pongas atención porque recuerda que tú también has hablado mal de otros.
Hoy también hablaré con amargura; porque es más grave mi llaga que mi gemido. (Job 23:2 RV60)
Según éste versículo, Job expresaba que estaba tan llagado que su voz no podía más. La rebelión, obstinación y necedad, son manifestaciones de la amargura cuando ésta se llega al límite; eso mismo se manifiesta en los hogares, en los hombres y en las mujeres; como ejemplo podemos ver cuando Dalila le redujo el alma a Sansón a total angustia. Se rompen los hogares a consecuencia de la amargura; pero en el Nombre de Jesús desarraigaremos toda amargura de nuestra casa.
La amargura también significa levadura, que puede entrar poco a poco y corromper todo lo que está al alrededor. En Israel había una costumbre que cuando se acercaba la fiesta de la Pascua, los padres tomaban un poco de levadura y la escondían dentro de la casa, y era premiado el niño que encontrara la levadura; de esta manera, la casa quedaba limpia. Esto significa que para encontrar la levadura (o los problemas) en nuestra casa, tenemos que tener corazón de niño y madurez de adulto para desarraigarlos de nuestra familia.
Necesitamos echar fuera la amargura y la levadura, porque se contagia y cuando una persona está amargada los demás se pueden contagiar también. Cuando uno de los miembros de la familia lleve la amargura a la casa, tendremos que desinfectar sus ropajes y cubrirlos con la Sangre del Señor Jesucristo para que anule toda raíz de amargura en nuestro hogar.

Lunes 05 de Septiembre de 2011 22:48Jorge Luis Rodrígue

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